Es normal que todos necesitemos tener cierto control sobre las
cosas y sobre nuestros seres queridos. ¿Pero dónde está la línea entre un
control normal y un exceso de control? Si nuestro “control” no nos crea
sufrimiento ni tensión ni a nosotros ni a nuestro entorno, estaría dentro de la
normalidad. Pero si pasa lo contrario, ya hablamos de malestar emocional o
incluso de un posible trastorno.
La situación actual de pandemia que estamos viviendo aún nos
coloca más en esta situación de ansiedad y de control. De hecho, ha sido y es
así para garantizar nuestra supervivencia: controlar lo que tocamos, lavarnos
las manos, no tocarnos la cara, llevar mascarilla, distancia social, y un largo
etc.
Ante tanto control que se nos exige para garantizar nuestra salud,
es normal que personas que ya eran ansiosas, sufridoras o controladoras de por
sí, hayan visto aumentados estos síntomas y estén sufriendo un gran malestar
psicológico.
Cuando estas personas tocan fondo y suelen pedir ayuda
psicológica, generalmente suele ser por alguno de estos motivos:
- Sufren un
agotamiento extremo “No puedo más con todo”.
- Han sufrido
alguna crisis de ansiedad o de pánico.
- Empiezan a
somatizar o incluso les lleva a la hipocondría.
- Tanto control
está perjudicando sus relaciones.
De hecho, te planteo esta serie de preguntas. ¿Te sientes
identificad@ con alguna de ellas?
- ¿Sueles anticipar mucho las cosas que crees que pueden suceder?
- ¿Te preocupas demasiado por los demás?
- ¿Le das mil vueltas a lo que te dicen los demás?
- ¿Lo tienes siempre todo pensado?
- ¿Tiene que estar todo en su sitio para que estés tranquil@?
- ¿Acabas haciéndolo siempre tú todo?
- ¿Te enfadas a menudo cuando los demás “no hacen las cosas bien”?
- ¿Sabes relajarte y desconectar al 100%?
- ¿Necesitas controlar lo que pasa a tu alrededor aunque eso te agote?
- ¿Puedes dejar de controlar?
Exceso de control y ansiedad
La necesidad de controlar va de la mano de la ansiedad. Es
frecuente que cuando nos sentimos ansiosos, tendemos a controlar en exceso para
mitigar esa ansiedad. Pero el exceso de control es un bucle infinito, ya que
siempre salen a la luz más y más detalles que se nos escaparan de nuestro
control y queremos controlar. A más miedo, más control. Pero esto es un engaño,
un arma de doble filo.
El bucle de la necesidad de control
Ante esta necesidad de control, por un lado aumenta tu
nivel de ansiedad ya que estás en alerta para intentar
tener todo bajo control.
En un primer momento, parece que te ayuda a sentirte tranquil@ y
segur@, en otro plano, te genera más ansiedad porque por mucho que
quieras, muchas veces las cosas no salen como tú esperas que salgan. Con
lo cual, volvemos de nuevo al inicio del pensamiento angustiante.
Los mecanismos de control
Ante esta realidad, nuestra mente intentará encontrar mecanismos
de control para hacernos sentir a salvo, para evitar imprevistos y para
sentirnos tranquilos. Así que nuestra mente tiene muchas formas de aplicar este
control para mitigar la ansiedad, como por ejemplo:
1. Preocuparse
excesivamente: Pensando una y otra vez en lo que te produce ansiedad, con el
consiguiente autoengaño de que así no sucederá lo que tememos.
2. Sufrir antes de tiempo: serán los
típicos “sufridores”. Lo hacen todo ellos, convencidos que el resto no lo hará.
Pueden estar muy conectados en anticipar riesgos, se escudan en lo mal que va
el mundo, en las oticias cada vez peores que nos ofrecen los informativos, etc.
Como diría Covey “los sufridores primero sufren y después intentan solucionar”.
3. Planificarlo todo y llenar la
agenda: hay personas que les asusta la sensación de “vacío”, en el fondo hay
miedo de conectar consigo mismo y su soledad. Así que su mecanismo consiste en
programar todo con anticipación y asegurarse que habrá algo qué hacer. * En
este confinamiento hemos visto un gran ejemplo de esto: la gente hiperactivada
a hacer cosas que no habían hecho antes. Quizá nunca habían hecho tanto
pilates, tanto deporte, tanta repostería… el caso era no parar y no conectar
con el miedo.
4. Cuidar en exceso (hacer de
salvador) de los demás: en estas situaciones aparece un arma de doble filo. Ocupándose
de la vida los demás la persona consigue dos beneficios generalmente
“inconscientes”:
- Sentirse querida, necesitada… y
esto le da seguridad, ya que en el fondo suele haber muchas inseguridades y
falta de autoconfianza.
- No tener que enfrentarse a sus
propios miedos, a sus propias necesidades. Es una huida a través de los demás.
5. Vivir mentalmente:
estas personas suelen hacerlo todo “mentalmente” y no se paran a atender sus
emociones. Lo hacen todo cuando toca, cómo toca. Su mecanismo está encaminado a
evitar conectar con las emociones, ya que no las entienden, las sufren.
6. Evitar y postergar enfrentar la situación
temida, dejándola para más adelante,
momento que por lo general no llega.
7. Pretendiendo que todo se mantenga
inalterable, “sin salirse
del guión”: estas personas suelen ser muy rígidas. Esta rigidez es lo que
“aparentemente” les da seguridad, ya que temen que si improvisan o “se dejan ir
y se sueltan” es peligroso y les irá mal. Así que suelen hacerse los fuertes,
hacen muy bien lo que saben hacer y en ese mapa mental se sienten aparentemente
seguros. Pero en realidad, de nuevo vuelve a ser un engaño, porque se hacen
dependientes de su propia rigidez. Y como diría Xavier Guix “no hay peor
combinación que miedo y exigencias, es un cóctel letal”.
8. El miedo en el cuerpo: la
“hipocondría” o somatizaciones: no conectar con el auténtico miedo, y desviarlo
hacia somatizaciones en el cuerpo y en su extremo, la hipocondría. De esta
forma, mientras me obsesiono con esto, no me ocupo de otros temas que muy
probablemente me estén generando una insatisfacción más profunda y vital:
hastío, frustración, tristeza, problemas de pareja, etc.
9. Chantaje emocional: quizá el concepto suena fatal, pero es mucho más habitual
de lo que pensamos. De hecho, a veces todos hacemos pequeños chantajes
emocionales a los otros sin darnos cuenta para conseguir lo que queremos. El
problema viene cuando esto se convierte en una dinámica recurrente y tóxica. Las
personas pueden chantajear de muchas formas, haciéndose la víctima, haciendo
sentir culpable, con reacciones hostiles… en el fondo, estas personas suelen
sufrir de fondo un miedo inconfesable, quedarse solas. Y han aprendido a
resolver la situación de esta forma tan nefasta.
Por dónde empezar
Las personas que sufren este exceso
de control, se quejan de que nunca consiguen relajarse. Por mucho que pongan de
su parte, es como si su cabeza no consiguiera desconectar y siempre están algo
preocupados, anticipando, sufriendo... En realidad pagan un precio muy alto a
este exceso de control, ya que el intento imposible de llegar a todos se dejan
literalmente la piel y la salud.
En resumen, se trata de entender que no sirve de mucho
“PRE-OCUPARSE” de las cosas, la cuestión es OCUPARSE, centrarse en la acción,
concentrados en lo que hay que hacer en el momento en que las cosas ocurren.
Está bien anticipar diversos escenarios, pero convencidos de que ante cualquier
escenario posible saldremos airosos, resilientes. Esto es mucho mejor que
divagar en la PREOCUPACIÓN y dispersarnos y perdernos en ella, enganchados en
el sufrimiento.
Algunas pistas por dónde empezar:
- Diferenciar bien lo que depende de mí y lo que no.
- Aprender a delegar y a confiar.
- Confía en ti, en los otros y en la vida.
- Vivir en el presente.
- Respirar hondo: cómo respiramos es síntoma de cómo estamos.
- "No sentirme un bicho raro". Compartir puede liberarme.
- Practicar Mindfulness, Yoga, deporte, etc.
- Soltar lastres, descontrolarnos con cordura.
- Solicita ayuda psicológica cuando la situación te provoque malestar a ti o a tu entorno más cercano
* Acabaré este post con un pequeño fragmento (del cual no he
sabido identificar su autor):
“Cuentan que un discípulo le preguntó a su maestro: “Maestro,
¿cuál es el secreto de tu serenidad?” Y respondió: “Entregarme
incondicionalmente a lo inevitable” La sabiduría de la felicidad; distinguir lo
inevitable de lo evitable, lo que está bajo mi control y lo que escapa a él.
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