miércoles, 8 de julio de 2020

¿Necesitas tenerlo todo bajo control? La ansiedad de querer controlar lo incontrolable.



Es normal que todos necesitemos tener cierto control sobre las cosas y sobre nuestros seres queridos. ¿Pero dónde está la línea entre un control normal y un exceso de control? Si nuestro “control” no nos crea sufrimiento ni tensión ni a nosotros ni a nuestro entorno, estaría dentro de la normalidad. Pero si pasa lo contrario, ya hablamos de malestar emocional o incluso de un posible trastorno.
La situación actual de pandemia que estamos viviendo aún nos coloca más en esta situación de ansiedad y de control. De hecho, ha sido y es así para garantizar nuestra supervivencia: controlar lo que tocamos, lavarnos las manos, no tocarnos la cara, llevar mascarilla, distancia social, y un largo etc.
Ante tanto control que se nos exige para garantizar nuestra salud, es normal que personas que ya eran ansiosas, sufridoras o controladoras de por sí, hayan visto aumentados estos síntomas y estén sufriendo un gran malestar psicológico.
Cuando estas personas tocan fondo y suelen pedir ayuda psicológica, generalmente suele ser por alguno de estos motivos:
  1. Sufren un agotamiento extremo “No puedo más con todo”.
  2. Han sufrido alguna crisis de ansiedad o de pánico.
  3. Empiezan a somatizar o incluso les lleva a la hipocondría.
  4. Tanto control está perjudicando sus relaciones.

De hecho, te planteo esta serie de preguntas. ¿Te sientes identificad@ con alguna de ellas?
  • ¿Sueles anticipar mucho las cosas que crees que pueden suceder?
  • ¿Te preocupas demasiado por los demás?
  • ¿Le das mil vueltas a lo que te dicen los demás?
  • ¿Lo tienes siempre todo pensado?
  • ¿Tiene que estar todo en su sitio para que estés tranquil@?
  • ¿Acabas haciéndolo siempre tú todo?
  • ¿Te enfadas a menudo cuando los demás “no hacen las cosas bien”?
  • ¿Sabes relajarte y desconectar al 100%?
  • ¿Necesitas controlar lo que pasa a tu alrededor aunque eso te agote?
  • ¿Puedes dejar de controlar?

Exceso de control y ansiedad
La necesidad de controlar va de la mano de la ansiedad. Es frecuente que cuando nos sentimos ansiosos, tendemos a controlar en exceso para mitigar esa ansiedad. Pero el exceso de control es un bucle infinito, ya que siempre salen a la luz más y más detalles que se nos escaparan de nuestro control y queremos controlar. A más miedo, más control. Pero esto es un engaño, un arma de doble filo.

El bucle de la necesidad de control
Ante esta necesidad de control, por un lado aumenta tu nivel de ansiedad ya que estás en alerta para intentar tener todo bajo control.
En un primer momento, parece que te ayuda a sentirte tranquil@ y segur@, en otro plano, te genera más ansiedad porque por mucho que quieras, muchas veces las cosas no salen como tú esperas que salgan. Con lo cual, volvemos de nuevo al inicio del pensamiento angustiante.



Los mecanismos de control
Ante esta realidad, nuestra mente intentará encontrar mecanismos de control para hacernos sentir a salvo, para evitar imprevistos y para sentirnos tranquilos. Así que nuestra mente tiene muchas formas de aplicar este control para mitigar la ansiedad, como por ejemplo:
1. Preocuparse excesivamente: Pensando una y otra vez en lo que te produce ansiedad, con el consiguiente autoengaño de que así no sucederá lo que tememos.

2. Sufrir antes de tiempo: serán los típicos “sufridores”. Lo hacen todo ellos, convencidos que el resto no lo hará. Pueden estar muy conectados en anticipar riesgos, se escudan en lo mal que va el mundo, en las oticias cada vez peores que nos ofrecen los informativos, etc. Como diría Covey “los sufridores primero sufren y después intentan solucionar”.

3. Planificarlo todo y llenar la agenda: hay personas que les asusta la sensación de “vacío”, en el fondo hay miedo de conectar consigo mismo y su soledad. Así que su mecanismo consiste en programar todo con anticipación y asegurarse que habrá algo qué hacer. * En este confinamiento hemos visto un gran ejemplo de esto: la gente hiperactivada a hacer cosas que no habían hecho antes. Quizá nunca habían hecho tanto pilates, tanto deporte, tanta repostería… el caso era no parar y no conectar con el miedo.

4. Cuidar en exceso (hacer de salvador) de los demás: en estas situaciones aparece un arma de doble filo. Ocupándose de la vida los demás la persona consigue dos beneficios generalmente “inconscientes”:
         - Sentirse querida, necesitada… y esto le da seguridad, ya que en el fondo suele                      haber muchas inseguridades y falta de autoconfianza.
         - No tener que enfrentarse a sus propios miedos, a sus propias necesidades. Es una              huida a través de los demás.

5. Vivir mentalmente: estas personas suelen hacerlo todo “mentalmente” y no se paran a atender sus emociones. Lo hacen todo cuando toca, cómo toca. Su mecanismo está encaminado a evitar conectar con las emociones, ya que no las entienden, las sufren.

6. Evitar y postergar enfrentar la situación temida, dejándola para más adelante, momento que por lo general no llega.


7. Pretendiendo que todo se mantenga inalterable, “sin salirse del guión”: estas personas suelen ser muy rígidas. Esta rigidez es lo que “aparentemente” les da seguridad, ya que temen que si improvisan o “se dejan ir y se sueltan” es peligroso y les irá mal. Así que suelen hacerse los fuertes, hacen muy bien lo que saben hacer y en ese mapa mental se sienten aparentemente seguros. Pero en realidad, de nuevo vuelve a ser un engaño, porque se hacen dependientes de su propia rigidez. Y como diría Xavier Guix “no hay peor combinación que miedo y exigencias, es un cóctel letal”.


8. El miedo en el cuerpo: la “hipocondría” o somatizaciones: no conectar con el auténtico miedo, y desviarlo hacia somatizaciones en el cuerpo y en su extremo, la hipocondría. De esta forma, mientras me obsesiono con esto, no me ocupo de otros temas que muy probablemente me estén generando una insatisfacción más profunda y vital: hastío, frustración, tristeza, problemas de pareja, etc.

9. Chantaje emocional: quizá el concepto suena fatal, pero es mucho más habitual de lo que pensamos. De hecho, a veces todos hacemos pequeños chantajes emocionales a los otros sin darnos cuenta para conseguir lo que queremos. El problema viene cuando esto se convierte en una dinámica recurrente y tóxica. Las personas pueden chantajear de muchas formas, haciéndose la víctima, haciendo sentir culpable, con reacciones hostiles… en el fondo, estas personas suelen sufrir de fondo un miedo inconfesable, quedarse solas. Y han aprendido a resolver la situación de esta forma tan nefasta.

Por dónde empezar
Las personas que sufren este exceso de control, se quejan de que nunca consiguen relajarse. Por mucho que pongan de su parte, es como si su cabeza no consiguiera desconectar y siempre están algo preocupados, anticipando, sufriendo... En realidad pagan un precio muy alto a este exceso de control, ya que el intento imposible de llegar a todos se dejan literalmente la piel y la salud.
En resumen, se trata de entender que no sirve de mucho “PRE-OCUPARSE” de las cosas, la cuestión es OCUPARSE, centrarse en la acción, concentrados en lo que hay que hacer en el momento en que las cosas ocurren. Está bien anticipar diversos escenarios, pero convencidos de que ante cualquier escenario posible saldremos airosos, resilientes. Esto es mucho mejor que divagar en la PREOCUPACIÓN y dispersarnos y perdernos en ella, enganchados en el sufrimiento.
Algunas pistas por dónde empezar:
  • Diferenciar bien lo que depende de mí y lo que no.
  • Aprender a delegar y a confiar.
  • Confía en ti, en los otros y en la vida.
  • Vivir en el presente.
  • Respirar hondo: cómo respiramos es síntoma de cómo estamos.
  • "No sentirme un bicho raro". Compartir puede liberarme.
  • Practicar Mindfulness, Yoga, deporte, etc.
  • Soltar lastres, descontrolarnos con cordura.
  • Solicita ayuda psicológica cuando la situación te provoque malestar a ti o a tu entorno más cercano


* Acabaré este post con un pequeño fragmento (del cual no he sabido identificar su autor):
“Cuentan que un discípulo le preguntó a su maestro: “Maestro, ¿cuál es el secreto de tu serenidad?” Y respondió: “Entregarme incondicionalmente a lo inevitable” La sabiduría de la felicidad; distinguir lo inevitable de lo evitable, lo que está bajo mi control y lo que escapa a él.



No hay comentarios:

Publicar un comentario