jueves, 23 de julio de 2020

La somatización de las emociones. Cuando el cuerpo tiene que hacer lo que nosotros no hacemos por él



Definición
Cada vez se conoce más la idea de que mente y cuerpo son uno. Ya ha quedado muy lejos el pensamiento dualista que afirmaba que mente y cuerpo eran dos cosas absolutamente distintas y que nada tenían que ver. El filósofo Hipócrates fue uno de los primeros en demostrar que muchas enfermedades no tenían una base orgánica.
De hecho, la somatización es un mecanismo de defensa de nuestro cuerpo para poder sacar fuera aquello que ha quedado reprimido y bloqueado.
Las emociones son vitales en nuestra vida. Y no debemos descuidarlas, ya que ellas están claramente conectadas con nuestro cuerpo: segregamos hormonas y neurotransmisores que tienen un efecto muy claro en nuestro organismo.
Un ejemplo muy claro es el estrés prolongado: “Cuando experimentamos una situación estresante, nuestro cuerpo no distingue si el estímulo que la provoca es un peligro inminente (un león que nos persigue) o un peligro mental (no llegar a tiempo a entregar un pedido a un cliente importante). Por tanto, los mecanismos que se pondrán en marcha serán los mismos: aumento de cortisol, sudoración, contracción muscular, etc. Si la situación es puntual, el cuerpo vuelve a su equilibrio y no hay un impacto negativo. Pero si la situación es continuada en el tiempo, el desequilibrio hormonal nos pasa factura.

La dificultad del diagnóstico y la incomprensión
Es muy habitual que pasen por muchos especialistas y diagnósticos erróneos hasta que un especialista identifica el origen del auténtico problema. A parte de todo ello, muchas veces tienen que lidiar con frases de total incomprensión por parte de los más cercanos: “Esto te lo provocas tú dándole tantas vueltas”, “Si tuvieras más trabajo no tendrías tiempo para pensar y no te dolería nada” y un largo étcera de incomprensión a su alrededor.
La persona que ha llegado a un proceso de somatización sufre realmente. Su malestar es auténtico, se explique o no por una causa médica. Además, los estudios neurológicos cada vez demuestran de forma más contundente que las áreas del cerebro que se activan cuando sufrimos un dolor físico, son las mismas que se activan con un dolor emocional.

El origen de las somatizaciones
La realidad es que nuestro cuerpo es como una esponja que absorbe todo aquello que nos pasa. Y es gracias a este mecanismo que muchas veces nos damos cuenta de que algo no está funcionando bien en nosotros o nuestra vida.
Cuando se da el proceso de somatización, la persona se ha quedado en su interior algo que tendría que salir hacia el exterior. Suele pasar sobre todo con la rabia, que no se saca hacia fuera. Se observa especialmente en personas obsesivas, que dan vueltas y vueltas a la misma idea sin sacarla hacia el exterior.
Es muy frecuente que estas personas se hagan suyos los problemas y acaben somatizando. Como creen que no pueden sacar la rabia hacia la persona que la ha provocado (por ejemplo un jefe) o a canalizarla de una forma sana (haciendo deporte, gritando con una almohada en la boca, etc.) somatizan síntomas (dolor de cabeza, de estómago, tensión en los hombros…).
Otra forma de somatizar tiene que ver con la retención de la expresión emocional. Está muy presente este tipo de somatización en personas con dificultades para mostrar sus sentimientos (especialmente aquellos como la tristeza o la ternura, que culturalmente han sido catalogados como signo de debilidad; sobre todo para los hombres). En este caso, si la persona no expresa la emoción obliga a su cuerpo a retener el movimiento corporal que acompaña lo emoción correspondiente y esta energía puede quedarse bloqueada en los músculos en forma de lo que llamamos “corazas musculares”.
Afortunadamente, la sabiduría de nuestro cuerpo hace aquello que muchas veces nosotros no hacemos por él, poniendo en evidencia toda aquella energía reprimida que tiene que ser canalizada, llegando así al equilibrio.

Reflexión final
En muchas ocasiones, la persona llega a la consulta del psicólogo o del médico a causa de contracturas musculares que no tienen explicación médica, a causa de un dolor de cabeza o de estómago sin causa orgánica… En estos casos, la persona no ha prestado suficiente atención a su estado psicológico y finalmente ha sido el cuerpo quien lo ha puesto en sobre aviso de que algo está pasando.
En resumen, no tenemos que dejar de lado ni nuestro cuerpo ni nuestras emociones. Tenemos que hacer de ellos nuestros aliados, puesto que si no los cuidamos y no les prestamos la suficiente atención acabarán reclamando a gritos que les hagamos caso.
Más allá de somatizar ciertas emociones, a veces la situación va más allá y aparece un Trastorno por Somatización, mucho más complejo, pero menos frecuente.
En el Trastorno de Somatización, los problemas de salud pueden asumir un papel central en la vida de la persona y pueden acabar convirtiéndose en un rasgo de su identidad y finalmente dominar sus relaciones, su trabajo, su vida…  

Algunas pautas para solucionarlo
  • Escucha tu cuerpo: presta atención a cómo respondes a las situaciones.
  • Atiende tus emociones: tener conciencia de qué siento en cada momento nos puede ayudar a responder mejor.
  • Planificación realista d nuestro tiempo.
  • Autocuidado, autocuidado y autocuidado.
  • Otras técnicas: ejercicio físico, yoga, meditación, Pilates...
  • Solicita ayuda psicológica cuando la situación te provoque malestar a ti o a tu entorno más cercano.


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