Definición
Cada vez se conoce más la idea de que mente
y cuerpo son uno. Ya ha quedado muy lejos el pensamiento dualista que afirmaba
que mente y cuerpo eran dos cosas absolutamente distintas y que nada tenían que
ver. El filósofo Hipócrates fue uno de los primeros en demostrar que muchas
enfermedades no tenían una base orgánica.
De hecho, la somatización es un
mecanismo de defensa de nuestro cuerpo para poder sacar fuera aquello que ha
quedado reprimido y bloqueado.
Las emociones son vitales en nuestra
vida. Y no debemos descuidarlas, ya que ellas están claramente conectadas con
nuestro cuerpo: segregamos hormonas y neurotransmisores que tienen un efecto
muy claro en nuestro organismo.
Un ejemplo muy claro es el estrés
prolongado: “Cuando experimentamos una situación estresante, nuestro cuerpo no
distingue si el estímulo que la provoca es un peligro inminente (un león que
nos persigue) o un peligro mental (no llegar a tiempo a entregar un pedido a un
cliente importante). Por tanto, los mecanismos que se pondrán en marcha serán
los mismos: aumento de cortisol, sudoración, contracción muscular, etc. Si la
situación es puntual, el cuerpo vuelve a su equilibrio y no hay un impacto
negativo. Pero si la situación es continuada en el tiempo, el desequilibrio
hormonal nos pasa factura.
La dificultad del diagnóstico y la incomprensión
Es muy habitual que pasen por muchos
especialistas y diagnósticos erróneos hasta que un especialista identifica el origen
del auténtico problema. A parte de todo ello, muchas veces tienen que lidiar con
frases de total incomprensión por parte de los más cercanos: “Esto te lo provocas
tú dándole tantas vueltas”, “Si tuvieras más trabajo no tendrías tiempo para
pensar y no te dolería nada” y un largo étcera de incomprensión a su alrededor.
La persona que ha llegado a un proceso
de somatización sufre realmente. Su malestar es auténtico, se explique o no por
una causa médica. Además, los estudios neurológicos cada vez demuestran de
forma más contundente que las áreas del cerebro que se activan cuando sufrimos
un dolor físico, son las mismas que se activan con un dolor emocional.
El origen de las somatizaciones
La realidad es que nuestro cuerpo es
como una esponja que absorbe todo aquello que nos pasa. Y es gracias a este
mecanismo que muchas veces nos damos cuenta de que algo no está funcionando bien
en nosotros o nuestra vida.
Cuando se da el proceso de somatización,
la persona se ha quedado en su interior algo que tendría que salir hacia el
exterior. Suele pasar sobre todo con la rabia, que no se saca hacia fuera. Se
observa especialmente en personas obsesivas, que dan vueltas y vueltas a la
misma idea sin sacarla hacia el exterior.
Es muy frecuente que estas personas se
hagan suyos los problemas y acaben somatizando. Como creen que no pueden sacar
la rabia hacia la persona que la ha provocado (por ejemplo un jefe) o a canalizarla
de una forma sana (haciendo deporte, gritando con una almohada en la boca,
etc.) somatizan síntomas (dolor de cabeza, de estómago, tensión en los
hombros…).
Otra forma de somatizar tiene que ver
con la retención de la expresión emocional. Está muy presente este tipo de
somatización en personas con dificultades para mostrar sus sentimientos
(especialmente aquellos como la tristeza o la ternura, que culturalmente han
sido catalogados como signo de debilidad; sobre todo para los hombres). En este
caso, si la persona no expresa la emoción obliga a su cuerpo a retener el
movimiento corporal que acompaña lo emoción correspondiente y esta energía
puede quedarse bloqueada en los músculos en forma de lo que llamamos “corazas
musculares”.
Afortunadamente, la sabiduría de
nuestro cuerpo hace aquello que muchas veces nosotros no hacemos por él, poniendo
en evidencia toda aquella energía reprimida que tiene que ser canalizada,
llegando así al equilibrio.
Reflexión final
En muchas
ocasiones, la persona llega a la consulta del psicólogo o del médico a causa de
contracturas musculares que no tienen explicación médica, a causa de un dolor
de cabeza o de estómago sin causa orgánica… En estos casos, la persona no ha
prestado suficiente atención a su estado psicológico y finalmente ha sido el
cuerpo quien lo ha puesto en sobre aviso de que algo está pasando.
En resumen, no tenemos que dejar de
lado ni nuestro cuerpo ni nuestras emociones. Tenemos que hacer de ellos
nuestros aliados, puesto que si no los cuidamos y no les prestamos la suficiente
atención acabarán reclamando a gritos que les hagamos caso.
Más allá de somatizar ciertas
emociones, a veces la situación va más allá y aparece un Trastorno por
Somatización, mucho más complejo, pero menos frecuente.
En el Trastorno de Somatización, los
problemas de salud pueden asumir un papel central en la vida de la persona y pueden
acabar convirtiéndose en un rasgo de su identidad y finalmente dominar sus relaciones,
su trabajo, su vida…
Algunas pautas para solucionarlo
- Escucha tu cuerpo: presta atención a cómo
respondes a las situaciones.
- Atiende tus emociones: tener conciencia de qué
siento en cada momento nos puede ayudar a responder mejor.
- Planificación realista d nuestro tiempo.
- Autocuidado, autocuidado y autocuidado.
- Otras técnicas: ejercicio físico, yoga,
meditación, Pilates...
- Solicita ayuda psicológica cuando la situación te
provoque malestar a ti o a tu entorno más cercano.
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