Mucha gente sigue pensando todavía que ir al psicólogo significa que estás "mal de la cabeza", "loco" o frases de este estilo que escucho muchas veces en la primera consulta. También hay un grupo de personas que creen que ir al psicólogo es signo de debilidad, que significa admitir que "uno no puede tirar solo con sus problemas adelante".
Y es que estamos en una sociedad donde admitir que uno necesita ayuda de un profesional para solucionar conflictos emocionales o personales no está aún bien visto. En cambio sí lo está en otras cosas: cuando un coche no funciona bien normalmente lo llevamos al mecánico, no pensamos "ya se irá arreglando", cuando uno se rompe una pierna va al médico para que se la curen, cuando alguien quiere bajar de peso y le cuesta hacerlo por su cuenta acude a un dietista... Así pues, ¿por qué no podemos llamar a un psicólogo cuando intuimos o incluso sabemos que hay algo que no está funcionando bien en nuestra vida?
Lo cierto es que muchas personas no se atreven a ir al psicólogo pensando en qué dirá la gente si los ve salir de allí: "pensarán que tengo problemas familiares, que tengo ansiedad, tengo depresión, que soy un inseguro, que estoy loco ... ".
Y como dice Alex Rovira “el que realment és una
bogeria és no sotmetre’ns a revisió si sentim que ho necessitem, no
supervisar-nos, no anar a cal psicòleg o a cal terapeuta perquè ens escolti i
acompanyi, perquè ens faci un examen, perquè ens ajudi a capbussar-nos dins
nosaltres mateixos”.
Así pues, me gustaría continuar haciendo mención al escritor Álex Rovira y ofrecerles una pequeña fábula del libro "La brújula interior", que ilustra todo esto, una fábula que habla de tres personajes que creían ser el que no eran en realidad y que se complicaban la vida porque asumieron como verdades algunas que no lo eran tanto:
Había una vez una niña que se llamaba Caperucita, su abuela y un lobo feroz.
Un buen día se dieron cuenta que las cosas no iban como se pensaban, que llevaban unas vidas muy ajetreadas y complicadas y, sobre todo, que estaban cansados de vivir siempre el mismo cuento. Así pues, decidieron ir a ver un buen psicólogo. Pasados varios meses de trabajo terapéutico ...
... Caperucita decidió dejar de hablar con lobos seductores, manipuladores y mentirosos, que la embaucaban y que la hacían caminar más de la cuenta por caminos largos y enrevesados.
... La abuela decidió dejar de abrir la puerta a los lobos que se hacían pasar por tiernas niñas, que además eran peludas y con voz de hombretón. También decidió que dejaría de vivir en una casa aislada en medio del bosque y se compró un pisito en la ciudad. Aparte de eso, contrató una cuidadora para que tuviera cuidado de ella y le fuera al mercado, de esta manera, no le haría a su nieta tener que atravesar un bosque lleno de lobos mentirosos y peligrosos para llevarle víveres . Porque la abuela, gracias a la buena fe de su hija y su nieta, había podido ahorrar el suficiente dinero para pagarse el piso y la cuidadora.
... Y el lobo feroz decidió dejar de disfrazarse de abuela y de meterse en camas ajenas para cazar. Se dio cuenta que era más sencillo cazar conejos en el bosque que complicarse la vida engañando niñas y abuelas con disfraces ... Es decir, decidió ser un lobo de verdad, un auténtico lobo.
Aunque se trate de una fábula, estoy segura de que en algunas cosas no nos diferenciamos tanto de los protagonistas del cuento, ya que a veces nos complicamos la vida mucho más de lo necesario. Lo más importante de todo, es darnos cuenta de ello y estar dispuestos a cambiarlo, en definitiva, darnos cuenta de que nosotros somos la causa y no el efecto de lo que estamos haciendo en nuestras vidas: descubrir esto hace que desaparezcan muchos miedos que nos paralizan y no nos dejan crecer.
M ª Carmen Gutiérrez Conde
Psicóloga Col. N º 13.432
Creixement Global
Tel. 93 864 60 42 / 647413240
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