El estrés ha existido toda la vida y no siempre ha tenido
una connotación negativa. En los últimos tiempos, efectivamente, todos
conocemos el estrés y hablamos sobre él, pero siempre en sentido negativo.
Popularmente, lo identificamos como angustia, sufrimiento, tensión,
preocupación, etc.
La verdad es que el estrés no siempre es negativo, ya que su
función es positiva: preparar nuestro cuerpo ante una demanda que se le hace .
Así pues, nos preguntamos: si el estrés es positivo, ¿por qué lo pasamos mal
las personas cuando estamos estresadas? La respuesta la encontramos en el grado
de estrés y en su continuidad. El estrés se convierte en malestar cuando
respondemos de forma exagerada ante estímulos que no suponen un peligro real o
cuando estamos enfrentados a un cúmulo de situaciones estresantes a lo largo
del día.
Por lo tanto, el estrés puntual ante una situación
peligrosa, como podría ser tener que salvar nuestra vida ante un peligro
inminente, no causaría malestar. El malestar viene derivado cuando estamos
expuestos a una angustia ante situaciones repetitivas (trabajo excesivo, no
tener tiempo para terminar las tareas, preocupación por diversos problemas...).
Si prestamos atención a nuestra respuesta de estrés, veremos
que muchas veces respondemos de forma física a situaciones que requerirían una
respuesta mental. Por ejemplo, ante una situación de trabajo complicado, que en
principio deberíamos resolver de forma mental (gestionar el tiempo, establecer
prioridades, tomar decisiones, etc.) nos encontramos que nuestra respiración se
ha acelerado, nuestros hombros se han contracturado, se nos cierra el
estómago... Es decir, estamos respondiendo físicamente a situaciones que no
suponen un peligro físico. Estas respuestas, cuando se dan de forma continuada,
es cuando afectan a nuestra salud. Los síntomas físicos que están más
relacionados con el estrés son: contracturas musculares, dolores de cabeza,
bajada de defensas y, por tanto, más vulnerabilidad ante enfermedades, etc.
Para detectar el estrés, podemos aprender algunas técnicas
que nos pueden ayudar a gestionarlo mejor, ya que el estrés no debemos
eliminarlo, sino que debemos aprender a mantenerlo en el grado justo,
gestionarlo adecuadamente. Algunas de estas estrategias son:
·
Aprender a escuchar nuestro cuerpo: prestar
atención en cómo estamos respondiendo a las situaciones de forma física
(controlar nuestra postura, mejorar nuestra respiración, no tensar la
musculatura, etc.).
·
Atender a nuestras emociones: tener conciencia
de las emociones que estoy sintiendo en cada situación nos puede ayudar a
responder mejor; saber si sentimos rabia y como identificarla, si sentimos
miedo, tristeza...
·
Planificación realista de nuestro tiempo: es muy
importante estructurar nuestro tiempo de forma realista (no marcarnos objetivos
inalcanzables a nivel de tiempo) y repartir el día de forma que podemos dedicar
parte de éste a disfrutar ya descansar.
·
Realizar ejercicio físico puede ser una técnica
útil para descargar de forma física la tensión que hemos ido acumulando a lo
largo del día.
·
Practicar la relajación y la meditación es una
de las técnicas más útiles para eliminar tanto la tensión física como la
tensión mental.
En resumen, tener conciencia de nuestro cuerpo, de nuestras
emociones y nuestros pensamientos nos ayudará a poder gestionar el estrés de
forma más productiva. Porque recordemos que en un cierto grado de estrés es
positivo, ya que nos ayuda a mantenernos motivados y aumenta nuestro
rendimiento.
M ª Carmen Gutiérrez Conde
Psicóloga Col. 13.432
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