miércoles, 29 de julio de 2020

El "Síndrome de Asperger" (TEA)

Definición

El “Síndrome de Asperger”, quizá lo hayamos escuchado algo más últimamente, cuando la activista medioambiental Greta Thunberg reveló su propio diagnóstico.

Se trata de un trastorno del neurodesarrollo que se engloba dentro de los trastornos del espectro autista (TEA). Suele diagnosticarse entre los cuatro y los once años.

La principal característica es que estas personas presentan dificultades en las habilidades sociales, emocionales y de comunicación; además de mostrar conductas e intereses inusuales.

 

Causas

No se conocen con exactitud las causas de los trastornos del espectro autista aunque la evidencia científica disponible indica la existencia de múltiples factores, entre ellos los genéticos y ambientales, que hacen más probable que un niño pueda padecer un TEA.

Los datos epidemiológicos disponibles demuestran de forma concluyente que no hay pruebas de una relación causal entre los TEA y las vacunas. Los estudios anteriores que señalaban una relación causal estaban plagados de errores metodológicos. Es una lástima, que esta “falsa creencia” siga tan extendida.

 

Categorización clínica

Fue en 1994 cuando el término “Síndrome de Asperger” (SA) fue definido en la cuarta edición del Manual de Diagnósticos y estadísticas de los trastornos mentales (DSM-IV) por American Psychiatric Association (APA), diferenciado por entonces del “Trastorno Autista”.

Pero en 2013, el DSM-V reemplazó los diagnósticos. Lo que anteriormente denominábamos “Trastorno Autista” pasó a llamarse Trastorno del Espectro de Autismo (TEA).

El “Síndrome de Asperger” (SA) se eliminó entonces como categoría independiente, y pasó a englobarse en la categoría de los trastornos TEA.

Por lo que respecta al síndrome de Asperger, los criterios diagnósticos del citado DSM-5 establecen que se identificaría bajo la denominación de “TEA sin déficit intelectual acompañante” o “TEA sin discapacidad intelectual asociada”.

Si bien es cierto que, la categoría diagnóstica específica ha desaparecido, la mayoría de profesionales sanitarios continuamos utilizando el término Asperger: tanto por una cuestión identitaria de estas personas, como por las diferencias tan cualitativas respecto a un “autismo”. De hecho, sigue habiendo controversia entre los científicos y sanitarios sobre si deberían ser dos diagnósticos distintos como hasta 2013.

Lo que distingue principalmente el síndrome de Asperger del autismo clásico es la ausencia de retraso en el lenguaje y la inteligencia preservada.

 

 Principales signos en el Asperger

Comunicación

  • Hablan de forma poco usual o con un tono de voz extraño: el habla puede ser muy formal o con volumen muy alto, sentido rítmico inapropiado, demasiado preciso o incluso “pedante”…
  • Tienen dificultad para entender la comunicación no verbal.
  • Pueden hablar durante mucho tiempo de sus temas de interés, pero tiene dificultad para saber cuándo parar la conversación.
  • Les cuesta tener una charla “social” con otras personas.
  • Comprenden el lenguaje de forma muy literal; según el significado exacto de las palabras. Por tanto, generalmente no entienden el doble sentido, las bromas, chistes, ironías o metáforas.

Interacción social

  • Les resulta complicado comprender las reglas sociales “no escritas”. Esto implica que a veces se comporten de forma inapropiada sin ser conscientes.
  • Tienen interés en relacionarse con los demás, pero no saben cómo hacerlo.
  • Les puede resultar difícil relacionarse con muchas personas a la vez y esto puede prestar a confusión y que pensemos que no quieren integrarse en el grupo.
  • Les resulta complicado expresar sus emociones de una manera “convencional” por lo que pueden dar la impresión de que reaccionar de forma inapropiada, “fuera de lugar”.

Patrón de comportamiento o intereses inusuales

  • Las rutinas les dan mucha seguridad, pero a veces pueden ser muy rígidas o repetitivas. Esto suele provocar que les cueste adaptarse a los cambios.
  • Su forma de pensar es rígida y concreta. Tareas repetitivas las pueden realizar sin problema, pero aquellas que exigen un pensamiento más abstracto o flexible les cuestan mucho más.
  • Tienen intereses muy concretos y específicos sobre los que recopilan mucha información y dedican mucho tiempo; convirtiéndose, a veces, en “obsesiones” y su principal fuente de conversación.
  • Pueden ser extremadamente sensibles a algunos estímulos (ruidos, luces, olores, etc.).
  • A veces pueden realizar estereotipias: movimientos repetitivos o extraños.
  • Y en ocasiones, también presentan dificultades motrices (torpeza, correr de forma extraña, dificultad en las actividades manuales o físicas).


Diagnóstico

El diagnóstico del Síndrome de Asperger, englobado dentro de los trastornos TEA, debe realizarlo un equipo multidisciplinar.

Los psicólogos clínicos sanitarios y psiquiatras infantiles son los especialistas formados para poder diagnosticar cualquier trastorno mental en la infancia. Además de ellos, los psicopedagogos y logopedas podrán realizar una función importante para determinar las dificultades en la comunicación y se puede requerir también la intervención de neurólogos y realizar un examen genético.

En resumen, un diagnóstico completo para determinar un “Síndrome de Asperger (actualmente TEA) debe consistir en:

  •  Evaluación neurológica.
  •  Evaluación genética.
  •  Pruebas cognitivas.
  •  Pruebas para comprobar la función psicomotriz.
  • Pruebas para determinar las fortalezas y debilidades verbales y no verbales.

 

Qué hacer como familia

Al ser un trastorno de carácter persistente, no tiene “cura”. Sin embargo, con el apoyo y tratamiento adecuados, la persona mejorará considerablemente la forma de enfrentarse a los retos vitales, aprender habilidades y destrezas nuevas y potenciar sus puntos fuertes.

Cuando se recibe un diagnóstico de “Asperger” o “TEA” puede existir un pequeño alivio de encontrar por fin explicación a tanto tiempo de dudas y sufrimiento, pero también es un shock familiar importante. Es importante, como familia, darnos tiempo para digerir el diagnóstico y afrontar esta nueva etapa.

La intervención activa de los padres en cualquier tratamiento psicológico es clave para su éxito.

Algunas recomendaciones que pueden ayudarnos en esta etapa serían:

  • Informarse siempre de fuentes fiables.
  • Buscar ayuda profesional.
  • Darle apoyo emocional.
  • Coordinarse con el colegio y con todos los profesionales implicados.
  • Hablar de ello con normalidad, claridad y honestidad.
  • No avergonzarnos, ni culparnos
  • No sobreproteger. “Ayúdame a hacerlo por mí mismo” (María Montessori)
  • No involucrarse demasiado y provocar que todo gire en torno al síndrome.
  • Comunicarnos con ellos de forma muy explícita, con un lenguaje concreto, sin dobles sentidos ni “cosas que damos por hecho”.
  • Empatía: ponernos en su piel y comprender los desafíos sociales a los que se enfrenta a diario y no comprende ni sabe bien cómo afrontarlos.
  • Entender sus rutinas y la seguridad que éstas les proporcionan. Puedes ayudar a flexibilizarlas, pero sin imposición y necesitaremos tiempo, paciencia y mucho amor.
  • Pregúntale directamente a tu hij@ cuál es la mejor manera de ayudarle. Él o ella te sabrá explicar cuáles son sus puntos fuertes y débiles y cómo prefiere que le ayudes. No te olvides de que ellos son quienes mejor se conocen.

 

Reflexión final

Me gustaría concluir el post de hoy con un fragmento del libro “Descubrir el Asperger” de por Ramón Cererols:

“Cada persona con Asperger, como cada persona neurotípica, es diferente. El grado y tipo de afectación varía, como también varían las circunstancias del entorno social y familiar, y la manera como cada cual responde y se adapta a estas afectaciones. El espectro de los trastornos generales del desarrollo es muy amplio y multidimensional, y las fronteras que separan un trastorno de otro, y todos juntos con la “normalidad”, son borrosas. A veces resulta difícil saber si determinada característica es típica del trastorno, o específica de la persona… Pero al final la única manera de entender el Asperger es entender a la persona que hay detrás”.

 

 

 


lunes, 27 de julio de 2020

La filosofía Montessori

Su filosofía y su creadora María Montessori 



El Método Montessori no es una moda, como muchos piensan ahora, ni una educación de élite. El Método Montessori tiene ya muchos años, de hecho, este 2020 se ha celebrado el 150 aniversario de nacimiento de su de su creadora, María Montessori. 
Por lo tanto, el Método Montessori es una pedagogía científica que se centra en un profundo respeto y admiración hacia la infancia, basada en la observación integral del niño y la experimentación sensorial.
María Montessori (Italia, 1870-1952) estudió ingeniería, pedagogía, psicología, psiquiatría, filosofía, antropología y biología. Era un auténtico prodigio y gran mujer, adelantada para la época que le tocó vivir, donde tuvo que luchar ante grandes obstáculos para poder estudiar y trabajar. Recordemos esa época: un profundo machismo que impedía a las mujeres trabajar, guerras, hambre, etc. De hecho os recomiendo que si os interesa su vida, busquéis sus libros o bien veáis la película “Una vida dedicada a los niños”, disponible en Youtube. 
María Montessori empezó trabajando con niños con NEE (Necesidades Educativas Especiales) que en aquella época se les “desahuciaba” como estudiantes y estaban internados en “manicomios”. Ella demostró con su método, que el potencial de estos niños a los que en aquella época recibían la categorización médica de “idiotas”, iba mucho más allá. Imaginad su esfuerzo y dedicación, ya que llegó a conseguir que pasaran las pruebas estandarizadas de 6º de Primaria de aquella época. 
Por tanto, la filosofía Montessori va mucho más allá de un método educativo, por eso muchos padres hemos encontrado al integrar este método dentro de nuestra educación en casa, que se producen cambios profundos en nuestro estilo de crianza, ya que la mirada hacia el niñ@ se transforma por completo.

Los tres puntos clave de la Filosofía Montessori
La observación del niño y sus periodos sensibles
1. El niño 
Al niño se le observa desde un punto holístico, integral. Se confía en el él, se le da la oportunidad de aprender a su propio ritmo y en base a sus intereses. Se le permite el error, ya que a través de él aprende. El error es positivo. 
Mente absorbente 
Un concepto muy importante es el de Mente absorbente. María Montessori ya dedujo a través de su observación que los niños adquieren la mayor parte de estos conocimientos sin grandes esfuerzos y sin que se les enseñe de una forma “autoritaria o instructiva”. Aprenden jugando, observando, sintiendo… VIVIENDO.
Hoy sabemos que con esto se refería a lo que hoy la neurociencia ha demostrado y se conoce como plasticidad cerebral en la infancia. El cerebro infantil, especialmente de los 0-6 años, asimila toda la información que recibe, de forma continua e indiscriminada, sin esfuerzos y sin pausas. Un modo de aprendizaje es muy distinto al que empleamos los adultos.  
"Nosotros somos recipientes; las impresiones se vierten en nosotros, y nosotros las recordamos y las tratamos en nuestra mente, pero somos distintos de nuestras impresiones, como el agua es distinta del vaso. El niño experimenta en cambio una transformación: las impresiones no sólo penetran en su mente, sino que la forman. Éstas se encarnan en él. El niño crea su propia «carne mental», utilizando las cosas que se hallan en el ambiente. A este tipo de mente la hemos llamado Mente Absorbente". María Montessori
Los períodos sensibles
Otro concepto clave en el aprendizaje del niño son los Períodos sensibles. Éste es el nombre que la Dra. Montessori puso a los períodos de la edad en que el niño demuestra capacidades inusuales en adquirir habilidades particulares, atrayendo un interés enorme hacia él. Por ejemplo: cuando aprende a subir y bajar escalones y no para de hacerlo, cuando se produce la explosión del lenguaje y es una verborrea continua, cuando todo lo que tiene a su alcance lo ordena en filas, etc.
Son momentos en los que comienzan a mostrar un gran interés en ciertas actividades, de manera natural y espontánea. Lo hacen porque, exactamente en ese instante, su cerebro se encuentra en el punto exacto para adquirir las habilidades relacionadas con esas tareas, en un corto espacio de tiempo.
Por tanto, es muy importante como padres o educadores, observar en qué periodo de sensibilización está el niño, ya que durante ese periodo la sensibilidad responde en especial a ciertos aprendizajes.
Así, los períodos sensibles:
1. Son transitorios e irrepetibles. Tienen un tiempo específico para manifestarse, suceden una vez en la vida. Si el ambiente es pobre de estímulos, desaparecerá el período y el niño no habrá podido aprovechar su potencial. Son ventanas de oportunidad que no debemos desaprovechar. 
2. Son universales: los logran todos los niños independientemente de su origen y su cultura. Todos pasan por ellos de una forma aproximada.
3. Son inconscientes. Trabajan en la mente del niño mucho antes de que veamos evidencia externa de la actividad. Los niños aprenden de forma muy sencilla, sin que les cueste trabajo.
Existen varias clasificaciones de los períodos sensibles, pero una de las más conocidas es la siguiente:
  • Refinamiento de los sentidos
  • Refinamiento del movimiento
  • Orden
  • Lenguaje

Sin embargo, lo más importante como padres, no es tanto estar pendiente a la clasificación, sino observar las señales que nos da el niño sobre sus intereses en cada etapa para poder acompañarle y estimularle.

2. El ambiente preparado
Un ambiente especialmente preparado ayudará a que los niños y niñas tengan muchas oportunidades de aprender.
Muchas escuelas ya están adaptando pequeños cambios en los ambientes que van en esta dirección. Como los famosos “rincones” en Educación Infantil. Otras escuelas están homologadas como Escuelas Montessori, pero son las mínimas, y normalmente privadas y a precios poco asequibles.
Pero este ambiente se puede aplicar tanto en la escuela como en casa. La idea es preparar un espacio lo más atractivo posible para el niño y así aprovechar todo su potencial. 
Los materiales Montessori (tengo que confesar que soy Fan absoluta) son una ingeniería perfecta. Tras esa sencillez y belleza que poseen, hay un desarrollo pedagógico con un fin muy concreto. 
Podemos clasificarlos en tres tipos:
Materiales sensoriales: ayudan al niño a integrar el aprendizaje recibido a través de los sentidos: color, temperatura, sabor, tamaño, peso, sonido. 
Materiales de la vida práctica: son materiales en su tamaño infantil, pero herramientas reales que reflejan el trabajo que se hace en la casa o en la sociedad (barrer, poner la mesa, arreglar las flores, bricolaje…). Permite al niño imitar las actividades de los adultos que les rodean. Ya que no olvidamos que también aprenden una gran parte observándonos a nosotros. 
Materiales para actividades académicas: cuando el niño tenga unos cimientos sólidos en relación a sus sentidos y el dominio de la vida práctica, ya estará preparado para concentrarse en otras áreas académicas como la lectura, escritura, matemáticas, etc.  De nuevo, nuestro modelo es esencial y que despertemos su interés y curiosidad con nuestra lectura y otras áreas despertará su curiosidad. 
Materiales de la naturaleza: Según María Montessori, “ninguna descripción, ninguna ilustración de cualquier libro puede sustituir a la contemplación de los árboles reales y de toda la vida que los rodea en un bosque real”. Por ello, despertar en ellos el interés en la naturaleza es vital, ya que les ayudará a promover el respeto, la libertad, la responsabilidad, la creatividad…
Pero más allá de los materiales, lo importante es la filosofía que hay detrás de ellos.  Es imprescindible permitir la autonomía e independencia del niño, de ahí la importancia de que los materiales sean de tamaño infantil, estén a su altura, visibles y de fácil acceso, para no depender del adulto para jugar y experimentar.

3. El adulto como guía 
El adulto deja de ser un instructor para para ser un guía, un acompañante en su proceso. Pero eso no significa que se le deja hacer lo que quiera, todo lo contrario, se establecen unos límites y una autodisciplina, pero siempre desde el profundo respeto. 
Es por tanto vital, transformar nuestra mirada hacia el niño. Como padres, hay que seguir al niño. Observar sus intereses y estimularle en base a ello (Períodos Sensibles). Buscamos que el niño desarrolle su potencial desde bien pequeño fomentando su autonomía, independencia, iniciativa, voluntad y autodisciplina. 
Observa a tu hijo. Transforma la mirada evitando el juicio, sólo observa y comprende. 
A través de la observación se obtienen muchas respuestas: se identifican los intereses del niño, los periodos sensibles, sus necesidades, dificultades e incluso su estado emocional.
Evita las etiquetas. Recordad el efecto Pigmalion del que os hablaba en uno de mis posts. 
Fomenta su autonomía “Ayúdame a hacerlo por mí mismo” (M. Montessori).
Organiza la casa teniendo en cuenta los “periodos sensibles”. Cuando se le proporciona los medios para aprender durante estos periodos sensibles, tienen la posibilidad de adquirir estas habilidades sin apenas esfuerzo. Recuerda que todo esté a su alcance, que participe con vosotros, no tratándole continuamente como “un niño pequeño que no puede, sino como una pequeña personita que puede participar en muchas más cosas de lo que creemos”. De esta forma educaremos niños responsables, sensible y autónomos, forjando así sus cimientos para su vida futura.


jueves, 23 de julio de 2020

La somatización de las emociones. Cuando el cuerpo tiene que hacer lo que nosotros no hacemos por él



Definición
Cada vez se conoce más la idea de que mente y cuerpo son uno. Ya ha quedado muy lejos el pensamiento dualista que afirmaba que mente y cuerpo eran dos cosas absolutamente distintas y que nada tenían que ver. El filósofo Hipócrates fue uno de los primeros en demostrar que muchas enfermedades no tenían una base orgánica.
De hecho, la somatización es un mecanismo de defensa de nuestro cuerpo para poder sacar fuera aquello que ha quedado reprimido y bloqueado.
Las emociones son vitales en nuestra vida. Y no debemos descuidarlas, ya que ellas están claramente conectadas con nuestro cuerpo: segregamos hormonas y neurotransmisores que tienen un efecto muy claro en nuestro organismo.
Un ejemplo muy claro es el estrés prolongado: “Cuando experimentamos una situación estresante, nuestro cuerpo no distingue si el estímulo que la provoca es un peligro inminente (un león que nos persigue) o un peligro mental (no llegar a tiempo a entregar un pedido a un cliente importante). Por tanto, los mecanismos que se pondrán en marcha serán los mismos: aumento de cortisol, sudoración, contracción muscular, etc. Si la situación es puntual, el cuerpo vuelve a su equilibrio y no hay un impacto negativo. Pero si la situación es continuada en el tiempo, el desequilibrio hormonal nos pasa factura.

La dificultad del diagnóstico y la incomprensión
Es muy habitual que pasen por muchos especialistas y diagnósticos erróneos hasta que un especialista identifica el origen del auténtico problema. A parte de todo ello, muchas veces tienen que lidiar con frases de total incomprensión por parte de los más cercanos: “Esto te lo provocas tú dándole tantas vueltas”, “Si tuvieras más trabajo no tendrías tiempo para pensar y no te dolería nada” y un largo étcera de incomprensión a su alrededor.
La persona que ha llegado a un proceso de somatización sufre realmente. Su malestar es auténtico, se explique o no por una causa médica. Además, los estudios neurológicos cada vez demuestran de forma más contundente que las áreas del cerebro que se activan cuando sufrimos un dolor físico, son las mismas que se activan con un dolor emocional.

El origen de las somatizaciones
La realidad es que nuestro cuerpo es como una esponja que absorbe todo aquello que nos pasa. Y es gracias a este mecanismo que muchas veces nos damos cuenta de que algo no está funcionando bien en nosotros o nuestra vida.
Cuando se da el proceso de somatización, la persona se ha quedado en su interior algo que tendría que salir hacia el exterior. Suele pasar sobre todo con la rabia, que no se saca hacia fuera. Se observa especialmente en personas obsesivas, que dan vueltas y vueltas a la misma idea sin sacarla hacia el exterior.
Es muy frecuente que estas personas se hagan suyos los problemas y acaben somatizando. Como creen que no pueden sacar la rabia hacia la persona que la ha provocado (por ejemplo un jefe) o a canalizarla de una forma sana (haciendo deporte, gritando con una almohada en la boca, etc.) somatizan síntomas (dolor de cabeza, de estómago, tensión en los hombros…).
Otra forma de somatizar tiene que ver con la retención de la expresión emocional. Está muy presente este tipo de somatización en personas con dificultades para mostrar sus sentimientos (especialmente aquellos como la tristeza o la ternura, que culturalmente han sido catalogados como signo de debilidad; sobre todo para los hombres). En este caso, si la persona no expresa la emoción obliga a su cuerpo a retener el movimiento corporal que acompaña lo emoción correspondiente y esta energía puede quedarse bloqueada en los músculos en forma de lo que llamamos “corazas musculares”.
Afortunadamente, la sabiduría de nuestro cuerpo hace aquello que muchas veces nosotros no hacemos por él, poniendo en evidencia toda aquella energía reprimida que tiene que ser canalizada, llegando así al equilibrio.

Reflexión final
En muchas ocasiones, la persona llega a la consulta del psicólogo o del médico a causa de contracturas musculares que no tienen explicación médica, a causa de un dolor de cabeza o de estómago sin causa orgánica… En estos casos, la persona no ha prestado suficiente atención a su estado psicológico y finalmente ha sido el cuerpo quien lo ha puesto en sobre aviso de que algo está pasando.
En resumen, no tenemos que dejar de lado ni nuestro cuerpo ni nuestras emociones. Tenemos que hacer de ellos nuestros aliados, puesto que si no los cuidamos y no les prestamos la suficiente atención acabarán reclamando a gritos que les hagamos caso.
Más allá de somatizar ciertas emociones, a veces la situación va más allá y aparece un Trastorno por Somatización, mucho más complejo, pero menos frecuente.
En el Trastorno de Somatización, los problemas de salud pueden asumir un papel central en la vida de la persona y pueden acabar convirtiéndose en un rasgo de su identidad y finalmente dominar sus relaciones, su trabajo, su vida…  

Algunas pautas para solucionarlo
  • Escucha tu cuerpo: presta atención a cómo respondes a las situaciones.
  • Atiende tus emociones: tener conciencia de qué siento en cada momento nos puede ayudar a responder mejor.
  • Planificación realista d nuestro tiempo.
  • Autocuidado, autocuidado y autocuidado.
  • Otras técnicas: ejercicio físico, yoga, meditación, Pilates...
  • Solicita ayuda psicológica cuando la situación te provoque malestar a ti o a tu entorno más cercano.


martes, 21 de julio de 2020

TANV: Trastorno de Aprendizaje No Verbal




David (10 años) llega a consulta y nos explica que hoy en la hora de gimnasia sus compañeros le han hecho una broma y se han echado todos encima de él mientras reían y él lloraba porque le hacían daño, pero que era una broma porque le han dicho.

También nos ha explicado que en el examen que ha tenido de matemáticas su profe le ha dado una hoja cuadriculada para poder hacer las operaciones siguiendo los “cuadraditos” como trabajamos en las sesiones y que también en el examen había renglones de la pauta Montessori para poder posar en práctica todo lo que hemos trabajado con su letra (su grafismo).
Hoy hemos preparado una actividad en la que le pedimos que dibuje su habitación, con todos los elementos: cama, armario, reloj, escritorio... Su dibujo es desorganizado, la cama es más pequeña que la mesa, el reloj está flotando en medio de la habitación y tiene forma de triángulo. Le digo: ¡Ala! ¿Tienes un reloj con forma de triángulo? ¡Qué guay! Y dice: “No, es un reloj normal, como todos ¿vale? Pero no me salen nunca bien, jope... ¿Me enseñas otro "truquillo" para hacerlos bien?
Esta es la realidad de un caso con TANV: dificultades de interpretación y pragmática social, falta de habilidades de relación interpersonales, requieren de muchas adaptaciones en la escuela, dificultades de organización y percepción visual, así como de construcción y grafismo.


Definición
El Trastorno de Aprendizaje No Verbal (TANV) es un trastorno neurobiológico que afecta tanto a niñ@s como a adultos. Aunque ni el DSM-V ni la CIE-10 lo recogen aún en su categorización, es un trastorno de aprendizaje cada vez más diagnosticado y prevalente en la población escolar.
Johnson y Myklebust ya describieron en 1967 un perfil cognitivo en niñ@s que no presentaban dificultades en los aprendizajes típicos del lenguaje, pero sí otro tipo de problemas  más difíciles de observar. Y es lo que denominaron trastorno de aprendizaje no verbal (TANV).

Causas y etiología
No hay una causa definitiva para este trastorno por la falta de un mayor número de estudios, pero se relaciona con una disfunción del hemisferio derecho y, como su nombre indica, el principal componente afectado sería todo lo relacionado con lo NO VERBAL. Por ello, las personas afectadas por TANV presentan una diferencia muy marcada entre el Cociente Intelectual Verbal y el Manipulativo. En cierto modo, se podría decir que estos niños y niñas presentan una capacidad verbal muchas veces superior a lo que se espera para su propia edad, como signo de que el hemisferio izquierdo actúa compensando un poco esas dificultades a nivel derecho.

Principales áreas afectadas
Jarque describió en 2010 que los alumnos con TANV suelen tener mal rendimiento en tareas de orientación espacial (recortar, dibujar, colorear, márgenes, estructuración espacial, problemas de orientación) y en tareas de lápiz y papel (caligrafía, grafomotricidad, dificultades en la pragmática lingüística) pero destacan por la riqueza de vocabulario, información que acumulan y memorizan y capacidad de razonamiento lógico-verbal. De esta forma, suelen destacar en las asignaturas cuando se les permite otras metodologías que no sea sólo la escrita y visual. Es decir, si integramos la metodología manipulativa en su aprendizaje, la mejora será considerable.
Así pues, las principales dificultades en el TANV son:

1. La coordinación motora: Una de las alteraciones más fácilmente observables tiene que ver con la adquisición de rutinas motoras.  En el TANV el alcance de los “hitos” motores sería sensiblemente más lento y, además, el aprendizaje de habilidades motoras les conlleva más tiempo y dificultad.
A nivel escolar lo observamos en: dificultades en educación física, para recortar, ponerse/quitarse la chaqueta, recoger, hacer puzles…

2. Percepción visoespacial: percibir, situar y representar o construir una imagen o una construcción. Es decir, los niñ@s que presentan TANV suelen tener dificultades para dar forma visual a estímulos incompletos y percibir correctamente la orientación de elementos, proporciones y distancias.
A nivel escolar: afectación a nivel de grafismo tanto de letras como de números y orientación en el espacio-papel que repercute sobre todo de forma clara en las matemáticas. Les cuesta, por tanto, trabajar con imágenes o formas y suelen poseer una pobre memoria visual.

3. El lenguaje no verbal: Pragmática y Semántica. Otra dificultad importante es la interpretación del lenguaje no verbal, muchas veces incluso le dan la vuelta a lo que el propio mensaje quiere decir, ya que la prosodia y los significados no literales se les escapan. Pero además, debido a esta dificultad, les afecta en la relación con otros niñ@s de su edad, por dicha dificultad de interpretar este tipo de mensajes.
A nivel escolar: dificultades para comprender palabras, instrucciones, enunciados, textos… La lectura suele estar conservada, pero existen problemas con la comprensión. Pueden tener excelente memoria reproductiva para las cosas que escuchan, pero no para las que leen o en aquellas situaciones en las que han de extraer el significado.

4. Gestión emocional y conductual: por estas dificultades anteriormente comentadas, suele haber un impacto negativo en las habilidades comunicativas, el reconocimiento de emociones básicas, las habilidades sociales y el autocontrol. Además, hemos de tener en cuenta que al ser un trastorno difícil de diagnosticar, se les puede “etiquetar” de “torpe” o “raro” y esto tiene un impacto muy negativo en su autoestima. Por otro lado, también el posible diagnóstico tardío conlleva a pensar que hay una intencionalidad por parte del niño, es decir, se cree que son niños “vagos” que no hacen todo lo que podrían porque suspenden asignaturas “supuestamente fáciles”.
A nivel escolar: problemas con los compañeros (se ve “metido” en conflictos que no acaba de comprender), hiperactividad e impulsividad, problemas de autoestima, no suele comprender las críticas, las situaciones nuevas les angustian… 
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Diagnóstico y evaluación
Por lo tanto, al ser un trastorno poco conocido y que aún poseemos pocos datos de cuál es su prevalencia, muchos niñ@s que presentan TANV no están correctamente diagnosticados.
En este sentido, no todos los profesionales están formados y capacitados para diagnosticar e intervenir en este trastorno. Es importante asegurarnos que el psicólogo o psicopedagogo que realice el diagnóstico tenga conocimientos específicos en TANV y se pueda coordinar correctamente también con un profesional de la neurología que pueda corroborar las alteraciones neurofisiológicas a nivel del hemisferio derecho.
Por otro lado, que estas dificultades afecten más a asignaturas no tan “relevantes” en el ámbito académico tradicional como: educación física, música o plástica, dificulta el diagnóstico precoz.
Es muy importante realizar un diagnóstico diferencial. Se suele confundir mucho con un posible TDAH, y aunque puede presentar ambos trastornos (comorbilidad), sí no lo presenta, la falta de atención se debe a las dificultades para procesar correctamente aspectos visuales y a su correcto procesamiento.
Por otro lado, también puede confundirse con un posible “Síndrome de Asperger”, ya que éste último incluye síntomas como una alteración de la comunicación, de la interacción social y la presencia de conductas rutinarias y inflexibles.
Al final, lo importante es realizar un Diagnóstico Completo que nos permita ofrecer al niñ@ la ayuda específica para solventar sus dificultades académicas y mejorar el impacto emocional negativo que el TANV le haya provocado.





miércoles, 15 de julio de 2020

¿El síndrome de la carga mental o el síndrome de la mujer agotada?

Definición

Afortunadamente, los roles familiares han cambiado mucho en los últimos años en el reparto de tareas del hogar y la crianza de los hijos. No obstante, todavía es la mujer quien en la mayoría de ocasiones, se encarga de la logística y planificación de todas estas tareas.

El concepto de “Carga mental” fue descrito por primera vez por la socióloga Susan Walzer, en 1996, en una investigación que concluía que las mujeres mantenían el entorno doméstico en el plano mental, emocional e intelectual. Es decir, se trata de un esfuerzo mental y constante que conlleva estar casi siempre en alerta de que las dinámicas de la casa y la familia funcionen bien: planificación, coordinación, toma de decisiones y supervisión. Y eso, como es lógico, es agotador.

 Cuando en consulta preguntamos a las parejas asuntos como:

- ¿Quién lleva en la cabeza las fechas de las reuniones escolares?

- ¿Quién tiene el control de cuándo hay que poner lavadoras?

- ¿Quién se encarga de hacer las maletas cuando os marcháis de vacaciones?

- ¿Quién organiza el menú de las cenas teniendo en cuenta qué hemos comido al mediodía?

¿Cuál creéis que es la respuesta casi siempre? Pues algo falla entonces.

Por tanto, ¿Es un problema de que las mujeres no delegan? ¿Es un problema de que los hombre no “ayudan”? ¡NO! Es un problema de que aún no existe una auténtica CORRESPONSABILIDAD en la mayoría de parejas, que significa una responsabilidad común a dos o más personas tanto en obligación como en compromiso.

Por otro lado, el modelo de familia “tradicional” sigue muy instaurado en nuestras creencias y es difícil de romper estos esquemas mentales tan arraigados en hombres y mujeres.

 

Algunos datos al respecto

El año pasado, la empresa Procter&Gambel realizó un estudio muy interesante en el que se concluyó que el 71% de ellas sufre carga mental y solo el 12 % de los hombres lo experimenta.

Otros datos interesantes:

  • El 84% de las mujeres confirma haber sentido estrés debido a las responsabilidades relativas al hogar.
  • Entre las cargas más habituales que ellas afrontan se encuentran: sentirse responsables del funcionamiento del hogar (87%), creer que tienen que dejar instrucciones cuando se van de casa (73%) o sentir que, aunque sus parejas colaboren, siempre les tienen que pedir que lo hagan (72%).
  • La carga mental se incrementa cuando las mujeres son madres. El 91% de las madres aseguran que, si no están ellas al tanto de las pequeñas cosas del día a día para que la casa funcione, nadie lo estará.
  • Solo un 12% de los hombres menciona ser la persona de referencia para las necesidades diarias de sus hijos y únicamente un 5% afirma estar pendiente de los festivales del colegio.
  • Otro dato curioso es que solo el 14% de los padres están en el chat del colegio, frente al 65% de las mamás.

 

Consecuencias de la carga mental

La carga mental, a la larga, va a hacer en un momento u otro que nos sintamos sobrecargadas, estresadas, que experimentemos ansiedad, insatisfacción, tristeza, mal humor, irritabilidad… También está detrás de muchas crisis de pareja e incluso separaciones.

Cuando aún no hay hijos en la familia, a veces se consigue “poner un parche” contratando a alguien unas horas a la semana para la limpieza. Pero con hijos es más complejo, ya que su crianza y educación no la podemos delegar tan fácilmente en un tercero.

 

Cómo poner solución

1. Identifica cuáles son tus mecanismos de defensa. Es decir, ¿cómo has podido aguantar y llegar hasta aquí?

Quitando horas de sueño, evadiéndote algún día a la semana o al mes (creyendo que esto es suficiente para cargar pilas), evitando afrontar el problema, resignándote… en cualquier caso, es importante darnos cuentas de que estas supuestas estrategias que hemos utilizado hasta hoy, no han funcionado sí no ha habido un cambio real. Por tanto, “si no haces nada diferente, no ocurrirá nada diferente”.

2. Revisa las creencias y dinámicas familiares. ¿Son tuyas realmente? ¿Contribuyen a tu bienestar? ¿Hay obligaciones que asumes sólo por el hecho de ser “mujer” o “madre”? Estas y otras cuestiones empezarán a darnos pistas sobre nuestro modelo para proyectarnos hacia el cambio.

3. Empieza por cambiar estas creencias e ideas. No tenemos por qué asumir estos roles estereotipados. Debemos identificar lo que realmente depende de nosotras y lo que no. Y a partir de ahí, empezar a equilibrar la balanza.

4.Comunicación asertiva. Tendremos que ser claras y firmes en expresar nuestras necesidades. Transforma las quejas en peticiones. Las quejas, para lo único que nos “sirven” es para desahogarnos, pero en realidad no cambian nada y crean mal ambiente familiar. Las peticiones deben ser claras y concisas.

5. Reflexión profunda en pareja. Es importante que nuestra pareja sepa cómo nos sentimos y nosotras también como se sienten ellos. Ya que a veces, frases del tipo “¡Déjalo!, ya lo hago yo, que acabo antes”, “Me voy, pero os he dejado la comida preparada”, “Para hacerlo así de mal, ya lo hago yo” ha podido fomentar que ellos se sientan incompetentes y sin espacio propio para hacer.

Otras veces, nuestra pareja puede no estar dispuesta a cambiar o tener un machismo arraigado de forma muy profunda. En este caso, la reflexión propia de qué relación de pareja y qué familia quiero es crucial.

6. Homogeneizar tiempos de descanso. A veces, más que el reparto de tareas, nos puede ayudar que cuando estamos implicados por ejemplo recogiendo la cena, lo hagamos todos a la vez, y luego, descansemos todos a la vez. Esto fomenta el modelo de igualdad y corresponsabilidad.

7.Responsabiliza y da autonomía a tus hijos desde pequeños. Que los niños se responsabilicen según sus edades es muy importante, ya que les estaremos educando en el modelo de la CORRESPONSABILIDAD e IGUALDAD y evitará que la carga mental recaiga sólo en los padres.

 

 

 


lunes, 13 de julio de 2020

Fracaso escolar

Aunque la tasa de abandono escolar temprano se redujo en España en 2019 a un 17,3% (frente al 17,9% de 2018), sigue siendo de las peores a nivel de la Unión Europea.

La mayoría de casos de Fracaso escolar suelen detectarse a partir de los 11 años, pero es muy probable que antes existieran ciertos indicadores. El niñ@ desde el principio nos puede dar muestras de que algo no va bien: por sus problemas de conducta, carácter retador, falta de concentración, cambio repentino en las notas…

Lo importante, es actuar enseguida, ya que el paso del tiempo no resolverá el problema, sino que lo agrandará. Cuanto más enquistado esté y mayor sea el chic@, peor pronóstico para el éxito de la intervención. Estos casos deben ser abordados desde el colegio, desde la familia, así como con la ayuda de un psicólogo e de un psicopedagogo para establecer el hábito de estudio necesario.

 

Definición de Fracaso escolar

El fracaso escolar se define como la dificultad para superar las diferentes etapas de enseñanza obligatoria que, en el caso de España, se establece hasta los 16 años (4º ESO). Esto puede derivar en un abandono escolar prematuro, repetición de cursos, dificultades graves de aprendizaje y, a largo plazo, dificultades de inserción laboral. 

Por tanto, no debemos olvidarnos de ese grupo  de chic@s que sí consigue el título de la ESO, pero no consiguen ningún otro título que les permita formarse en una profesión específica.

Así que, no todo se resuelve aprobando la ESO como sea, el fracaso escolar va mucho más allá.


Tipos de Fracaso escolar

  • Primario: aparece en los primeros cursos y se caracteriza por problemas de rendimiento académico. La detección temprana, seguimiento e intervención serán fundamentales para tratar estas dificultades y evitar el fracaso escolar.
  • Secundario: normalmente aparece en el último ciclo de Primaria y el paso a Secundaria en alumnos que hasta entonces “sacaban buenas notas”. El paso del colegio al instituto y cambios personales como la adolescencia, son las causas más comunes.
  • Circunstancial: es transitorio, ya que aparece en un momento concreto por causas excepcionales (cambio de residencia, de colegio, divorcio de los padres…). Es vital identificar bien los motivos para abordarlo rápidamente y evitar un fracaso a largo plazo.
  • Habitual: ocurre cuando el alumno ha sufrido problemas de rendimiento escolar desde siempre. Las causas más habituales son trastornos de aprendizaje, retrasos en el desarrollo o desestructuración familiar y falta de apoyo.

Causas del Fracaso escolar

Las causas principales  las podemos clasificar en tres grupos:

1. Alumno

  • Trastornos de aprendizaje: dislexia, discalculia, TDAH, etc.
  • Trastornos del lenguaje: tartamudez, TDL (trastorno desarrollo del lenguaje), dislalias, etc.
  • Discapacidad visual o auditiva.
  • Trastornos psicológicos y emocionales: fobias, problemas sociales, baja autoestima, etc.
  • Acoso escolar: influirá de manera determinante en su capacidad de concentración y en su rendimiento.
  • Adicciones a sustancias: pueden aparecen en Secundaria e influir claramente en su capacidad de atención, motivación, absentismo…
  • Uso abusivo de las Nuevas Tecnologías: cada vez aparece en edades más tempranas. Influirá en su concentración, falta de horas de sueño, cansancio, “síndrome de abstinencia”, etc.

 2. Entorno

La familia es un aspecto clave en la educación para evitar el fracaso escolar y un abandono prematuro de los estudios. Así, puede influir:

  • El nivel económico: los alumnos de sectores más desfavorecidos tienen más riego de obtener peores resultados académicos.
  • La formación y el nivel cultural de la familia.
  • Su origen: los inmigrantes pueden tener más problemas por la dificultad por entender el idioma.
  • La falta de comunicación de la familia con el centro escolar.
  • Problemas graves en la estructura familiar: violencia de género, maltrato infantil, adicciones, etc.

Por esta razón, es el sistema educativo quién deberá proporcionar una respuesta educativa que fomente la igualdad de oportunidades de tod@s los alumn@s.


3. Sistema educativo

  • Métodos obsoletos que fomenten la repetición y memorización y no la creatividad y el pensamiento crítico.
  • Condiciones del centro: una ratio elevada, falta de infraestructuras o de recursos educativos adecuados…
  • Falta de respuestas individuales: no implementar un PI (Plan Individualizado) será muy perjudicial a corto-medio plazo.
  • Inestabilidad del sistema: cambios de leyes educativas.
  • Inestabilidad del profesorado por el problema de los interinajes.

El bucle del Fracaso escolar

Al final, el problema del fracaso escolar es tan complejo, que si no se aborda adecuadamente, entramos en un bucle muy difícil de romper: las bajas notas y estigmatización afectan a la autoestima del chic@, baja su autoconfianza, adoptan el rol de mal estudiante porque dejan de creer en sí mismos, acaba sintiendo un rechazo total hacia el colegio, el colegio puede sentirse ya sin recursos y finalmente todo acaba en fracaso escolar.

De hecho, en casos más graves, muchos de estos chic@s acaban teniendo una relación complicada con sus padres, se sienten juzgados y etiquetados y optan por seguir con ese rol de “chico malo” que es lo que conocen y les da esa “falsa seguridad”. Por ello, pueden acabar recurriendo a “malas compañías” para encontrar un lugar en el que se sientan reforzados y eso aumentará los problemas de conducta.

Lo último que debemos hacer es martirizarnos como padres, debemos asumir nuestra responsabilidad y ponernos “manos a la obra” para solucionar el problema. Acudiendo a todos aquellos especialistas que puedan ayudarnos: el EAP (Equipo de Atención Psicopedagógica) del colegio quien nos orientará e incluso nos informará sobre becas para recibir ayuda económica para su tratamiento, profesores de refuerzo escolar, logopeda, psicólogo, etc.


Qué hacer y Qué no hacer

Para prevenir todo ello, es básico que tengamos claro qué hacer y qué no hacer ante un posible caso de fracaso escolar.

Qué hacer

  • Intervenir lo antes posible
  • Diagnóstico si hay un posible trastorno de aprendizaje
  • Establecer alianza con el colegio
  • Triángulo de abordaje: colegio-familia-profesional
  • Crear un método de estudio más que un “repaso escolar”
  • Fomentar la autoestima del chic@
  • Estar presentes e implicados
  • Mirarlos con empatía: detrás del problema hay una buen chico

 Qué no hacer

  • Dar el caso por perdido
  • Pensar que “ya se le pasará”
  • Amenazarles con un internado o con ponerles a trabajar
  • Estigmatizar al niño
  • Castigarle y reñirle sin más
  • Culpar a los demás (escuela, sociedad…) y no afrontar el problema